Economia de la Orden cistercienseLas imponentes cifras agrarias alcanzadas por los cistercienses del siglo XII no son consecuencias de la implantación de técnicas, o de principios económicos nuevos y revolucionarios: en gran parte, fueron un efecto más de la organización y aspiraciones espirituales de la Orden. La firme decisión de los monjes a vivir en pobreza, totalmente apartados, libres de cualquier atadura feudal o secular les obligó a rechazar las fuentes de ingreso eclesiásticas acostumbradas y a buscar «desiertos» remotos e inhóspitos, donde el único medio con que contaban para sobrevivir era, obligadamente, su propio trabajo manual, necesario para preparar y abonar la tierra a su disposición. En una época de relativa superpoblación rural no tuvieron otra alternativa práctica que aceptar cualquier terreno disponible que los propietarios estuvieran dispuestos a donar. Las abadías se iban fundando en lugares, que no eran necesariamente «lugares de horror y gran soledad», pero sí ciertamente zonas poco hospitalarias, fuera de los límites solariegos, tierras que nadie se preocuparía en cultivar. El éxito de los monjes, con frecuencia espectacular, puede explicarse en forma adecuada sobre la base de tres factores fundamentales: acumulación de grandes extensiones de tierra; empleo en gran escala de hermanos conversos; planificación coherente y eficiente administración. Los comienzos de cada fundación fueron inevitablemente duros, pero, de ordinario, el aflujo de las donaciones seguía el ritmo del crecimiento de las comunidades, al mismo tiempo que la inmunidad respecto de los impuestos eclesiásticos y los tributos reales protegían a los monjes de pagos gravosos. Dado que los cistercienses no aceptaban rentas señoriales o eclesiásticas, era justo que se vieran libres de pagar diezmos o contribuciones similares.
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