Trabajo
Vitivinicultura
El vino era un artículo de consumo
indispensable en los monasterios. En todas las abadías
cistercienses de las regiones
con condiciones climáticas favorables, se plantaban los viñedos, se los
cuidaba con esmero y si era posible se los agrandaba. La venta del
excedente de vino fue objeto de reglamentaciones desde las
sesiones más tempranas del Capítulo General. Aunque los monjes no podían
vender vino al por menor, el Capítulo de 1182 permitía las ventas, si se
hacían a través de un intermediario laico que tendría instalado su comercio
fuera de los recintos monásticos. En el siglo XIII,
se levantaron la mayoría de esas restricciones, aunque,
hacia el año 1270, las mujeres estaban todavía excluidas de los comercios de
vino monacales, y seguía prohibido para las abadías
abrir tabernas en sus propiedades urbanas. Quedaba sobreentendido, que los
monjes debían vender sus propios productos, pero en caso de necesidad,
muchas abadías compraban y vendían también vino
de otros orígenes.
Cister, enriquecida desde los
albores del siglo XII con viñedos en las mejores localidades de Borgoña (incluyendo
el famoso Clos-Vougeot), se convirtió en el primer productor de vino de
calidad en Francia, puesto que conservó hasta la Revolución Francesa.
Clos-Vougeot, situado en las inmediaciones de Nuits-Saint-Georges, había
evolucionado desde sus humildes comienzos hasta alcanzar una extensión de
cincuenta hectáreas, completamente rodeadas por muros y contando con lagares
y bodegas, muchas de las cuales todavía subsisten. Los envidiosos
contemporáneos no abrigaban ninguna duda de que la mayoría de los favores
papales y reales dispensados a Cister eran el resultado del oportuno regalo
de los vinos incomparables del viñedo de Clos-Vougeot. Hay documentación
suficiente para comprobar, que en el siglo XIV Cister proveía regularmente
de vino a la corte papal de Aviñón, porque en 1364,
Urbano V devolvió gentilmente la cuota habitual de vino
en consideración a las graves dificultades financieras de la abadía. Sin
embargo, en 1372, su sucesor, Gregorio XI, acusó muy agradecido recibo de
treinta barriles de vino cisterciense,
provenientes de Beaume y Gevrey-Chambertin. Sin la
menor duda, la liberal afluencia de los vinos borgoñones hizo que los
banquetes anuales de Cister en honor de los obispos y clérigos de la
vecindad fueran tan populares. Cuando en 1364,
por la razón ya mencionada, no llegaron las
invitaciones, los clérigos, decepcionados, dirigieron sus quejas al Papa
Urbano V quien resaltó en su respuesta que esas «comidas
de caridad» se habían convertido en algo «demasiado suntuoso». En
consecuencia, Cister estaba justificado celebrándolas sólo cada cuatro años.
Las abadías de las regiones del
Rhin y el Mosela, gracias
al fácil transporte de la mercadería por los ríos, crecieron hasta
constituir importantes centros del comercio de vino; entre ellos
Eberbach sobre el Rhin, algo más
abajo de Mainz,
aventajaba en mucho al resto. En 1135,
los monjes recibieron la donación de menos de diez
acres de la famosa Steinberg,
uno de los viñedos más antiguos de Alemania, cuando la
mayoría de la falda de la montaña estaba todavía sin
cultivar. Los hermanos hicieron terraplenes en ese terreno difícil y, hacia
el año 1232, poseían todo
Steinberg y plantaron con
preciadas viñas Riesling
casi setenta y tres acres. Kiedrich, Hallgarten, Hattenheim, Rüdesheim,
Lorch, Ober y Niederingelheim y Nierstein eran otros tantos viñedos de
renombre similar en posesión de la abadía. La mayor parte de la producción
anual, casi 240.000 litros, se vendía en Colonia,
donde la abadía poseía una casa y bodega a partir de 1167. Los embarques se
transportaban en botes del monasterio, libres de impuestos y derechos de
aduana, y se vendían a revendedores. Mainz y
Frankfurt eran, entre
otras, las mejores consumidoras del vino de Eberbach.
En 1506, la venta total alcanzaba 359 Fuder
(cerca de 400.000 litros), lo que significaba un ingreso de 6.000 gulden
para los monjes. El vino se almacenaba bajo el dormitorio de los hermanos
conversos, en una sala abovedada que, en sus
orígenes, medía más de 300 pies de largo. En la actualidad, contiene todavía
dieciséis enormes prensas, hechas con troncos de roble, varias de las cuales
se remontan a la época cisterciense. La bodega
debe gran parte de su fama a un tonel gigantesco,
construido en los últimos años del siglo XV. Tenía 9 metros de largo, uno de
alto y una capacidad de 82 Stück (alrededor de
144.000 litros), y estaba unido por sólo catorce zunchos. Un humanista
bávaro de ese tiempo, Vincent
Obsopaeus († 1538) dedicó a esta
«piscina de Baco de la cual fluye néctar día y noche» unos versos en latín,
comparando el tonel maravilloso con los milagros de la antigüedad.
La Guerra de los Campesinos
(1524-1525) causó un desastre en Eberbach, y durante el resto del siglo los
monjes se vieron envueltos en un pleito largo y enojoso con los habitantes
de Colonia, molestos por las inmunidades fiscales de la abadía. La Guerra de
los Treinta Años (1618-1648) trajo otra era de destrucción y depresión, pero
Eberbach recobró su vieja prosperidad en el siglo XVIII y la retuvo hasta su
secularización de 1803. La abadía y el Steinberg
son en la actualidad propiedad del gobierno y
los edificios restaurados en forma experta atraen a turistas y catadores de
vino por igual. Los remates de vino de Eberbach son acontecimientos de fama
internacional, a los que concurren mayoristas e importadores de todo el
mundo.
Los viñedos de
Himmerod, a lo largo del valle
del Mosela eran los segundos en producción, sólo superados por los del
elector-arzobispo de
Tréveris. La venta de vino siempre constituyó la mejor fuente de ingresos en
efectivo. Mientras Tréveris y Colonia absorbían gran parte del excedente de
producción, algunos embarques llegaban hasta Holanda. Otterberg, en el
Palatinado, poseía un cierto número de viñedos selectos, y gozaba de los
beneficios de un comercio vinícola floreciente. La vitivinicultura en
Alsacia data del establecimiento de los romanos y todas las fundaciones
cistercienses de la
provincia eran conocidas productoras de vinos, entre ellas Lützel y Pairis
en Alsacia Superior y Baumgarten
y Neuburg
en la Baja Alsacia.
La producción de cerveza fue casi
tan común como la de vinos, especialmente en las abadías de Gales, Escocia y
Escandinavia, donde no se daban las condiciones favorables para el
crecimiento de las uvas. Se hacía cerveza de dos o tres calidades, aun en un
mismo lugar: la cerveza «fuerte» o cerveza inglesa era privilegio de la mesa
del abad, o se servía en ocasiones especiales. Algunos productos de los
monjes gozaban de amplia popularidad. La «cerveza fuerte» de la abadía
galesa de Margam tuvo gran demanda; Strata
Florida y Llantarnam, en el mismo país, abrieron
cervecerías públicas.
Bibliografía
(…)
L.J. Lekai,
Los Cistercienses Ideales y realidad,
Abadia de Poblet Tarragona , 1987.
©
Abadia de Poblet
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