Los Cistercienses

Economia

La crisis económica: 1350-1450

La disminución del número de hermanos legos y el arrendamiento de la mayor parte de la tierra de los monasterios a labriegos seculares crearon, sin ninguna duda, serios problemas económicos para muchas abadías cistercienses, pero la diversificación y un nuevo énfasis sobre el comercio resultaron compensaciones adecuadas por las pérdidas en los ingresos agrarios. Sin embargo, el período comprendido entre 1350 y 1450 trajo una severa depresión económica en toda Europa, que afectó en mayor escala a los dueños de latifundios. Los síntomas del mal fueron muy evidentes: disminución de la población, aumento de los salarios, caída de los precios agrarios y aumento de los precios de los bienes en circulación comercial, aldeas abandonadas, sublevaciones de labradores y hambres periódicas. Al buscar las causas, los estudiosos modernos señalan un descenso misterioso del índice de natalidad, la recurrencia trágica de plagas y caos general, sumados a las miserias producidas por las guerras prolongadas. Los gobiernos, bajo la presión de emergencias económicas, recurrían con frecuencia a la devaluación, que sólo servía para agravar los problemas causados por una inflación acelerada. Los terratenientes incluyendo las abadías cuya mayor fuente de ingresos constituían rentas fijas, sintieron agudamente la crisis. Las comunidades cistercienses fueron alcanzadas también por las crecientes extorsiones papales o reales, exigidas a pesar de las inmunidades fiscales tradicionales de la Orden.

La pretendida riqueza de la Orden había servido de excusa para exigir contribuciones para cruzadas y gran variedad de otras aventuras militares. Mientras el Papado se mantuvo fuerte e independiente, la Orden encontró cierto apoyo en Roma, pero después de la caída de Bonifacio VIII y del traslado de la corte papal a Aviñón, el Capítulo General se vio sin ninguna ayuda contra la presión económica del Papa y del Rey. En 1297, Felipe IV el «Hermoso» consiguió, por medio de la extorsión, un privilegio de Bonifacio VIII, otorgándole el derecho de recaudar diezmos dos veces al año de todos los beneficios eclesiásticos, incluidas las abadías. En el caso de los cistercienses, esto significó cerca de 20.000 libras anuales, dividas entre los ciento noventa y siete monasterios situados dentro de los confines de Francia. Después del saqueo de varias abadías renuentes por brutales recaudadores reales de impuestos, Cister halló más sabio entregar al rey la cifra estipulada como «un regalo voluntario», salvando de este modo por lo menos el principio de su exención de impuestos, que ya casi no tenía sentido. Por ejemplo, durante 1304, Cister pagó 22.000 livres tournois a los agentes reales.

 

Bibliografía

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L.J. Lekai, Los Cistercienses Ideales y realidad, Abadia de Poblet Tarragona , 1987.

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