Trabajo
Recuperación de suelos
La presencia de los
cistercienses fue más apreciada
en aquellos lugares donde los monjes se dedicaron a la recuperación de
tierras áridas en gran escala; los Monjes Blancos lograron gran parte de su
reputación por su capacidad de convertir desiertos inhóspitos en ricas
praderas. Guardo de Gales, uno de los críticos más acérrimos de los
cistercienses, señalaba en 1188:
«Dadles a esos monjes un páramo desnudo o un bosque salvaje, dejad pasar
unos años y no sólo encontraréis iglesias hermosas, sino moradas humanas
construidas a su alrededor».
El ejemplo más conocido del éxito
obtenido en la recuperación de suelos, es el caso de Les
Dunes, fundada en medio de las
amenazantes dunas de Flandes, a mitad de camino entre Saint-Omer y Brujas.
Hacia mediados del siglo XIII, después de ardua labor, un número
excepcionalmente alto de hermanos legos pudo transformar 11.000 hectáreas
del terreno más difícil en tierra cultivable, dividida en veinticinco
granjas.
Otra hazaña similar, también muy
divulgada, fue llevada a cabo por la abadía de Walkenried, fundada en 1127
en medio de un cenagoso yermo en Turingia. Al paso de unas pocas décadas,
los ochenta monjes y unos ciento ochenta hermanos convirtieron los
pantanos en la famosa «Pradera Dorada» (Goldene Aue),
de legendaria fertilidad, dividida en once
granjas. No hay que extrañarse que, en 1188, Federico Barbarroja tomara la
abadía bajo protección imperial y estimulara a los monjes para que
expandieran sus beneficiosas actividades.
Sin embargo, en otras partes, el
limpiar y desbrozar fue un trabajo de rutina, realizado a una escala menos
espectacular. Debido a que la mayoría de las abadías estaban establecidas a
la vera de zonas pobladas, la expansión exigía con frecuencia la tala de
bosques, aunque la tala indiscriminada no constituyó de ninguna manera la
intención de los monjes. La madera siempre se podía convertir fácilmente en
dinero contante y sonante para las emergencias. En algunos casos, como el de
Strata Florida, en Gales,
una orden real de 1278 imponía a la abadía «derribar sin dilación los bastos
cobertizos de los bosques, donde han sido cometidos robos, homicidios y
otras enormidades contra la paz del rey».
Meaux pudo controlar con éxito las
a menudo devastadoras inundaciones en el estuario del
Humber. Algunos de los canales,
de drenaje tenían un ancho de 6 metros, y eran navegables para pequeños
botes. Los costados de las represas estaban protegidos contra la erosión por
maderas; esclusas y compuertas regulaban el aflujo del agua. Todavía hoy se
pueden reconocer restos de esos trabajos monumentales.
Las abadías que tenían propiedades
en la gran Fenland, a lo largo de The Wash,
tales como Kirkstead, Revesby, Swineshead, Vaudey y
Sawtry también se ocuparon de proteger su tierra contra inundaciones y
marejadas, lo que dio por resultado un aumento de pastos y praderas, y abrió
posibilidades para la explotación de salinas.
Bibliografía
(…)
L.J. Lekai,
Los Cistercienses Ideales y realidad,
Abadia de Poblet Tarragona , 1987.
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Abadia de Poblet
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