Los Cistercienses

Trabajo

Industria

La molienda fue una industria monástica floreciente, íntimamente unida a la agricultura. Aunque en su origen los molinos cistercienses debían servir exclusivamente a los monjes, una vez que la mayoría de las propiedades de la abadía fueron arrendadas a familias campesinas, los nuevos arrendatarios se convirtieron en los principales clientes del molino. De esta forma, la molienda se convirtió inevitablemente en operación comercial. Los archivos monásticos están repletos de referencias a la adquisición y manejo de molinos, que en una economía feudal fueron siempre elementos de monopolio señorial, por razones evidentemente lucrativas. En muchos casos, cuando no era factible el control directo, los monjes arrendaban o alquilaban sus molinos a operarios seculares. Los incontables pleitos sobre los distintos aspectos de su explotación nos dan pruebas concluyentes de las ventajas que llevaba aparejadas su posesión.

En algunos casos, la molienda llegó a constituir una de las fuentes principales de recursos, como sucedió en Zinna (Brandenburgo), que en 1480 funcionaban catorce molinos hidráulicos dentro de su vasto dominio. La abadía de Foigny (Francia) poseía el mismo número de molinos, a los que se agregaban una cervecería, una fábrica de vidrio, un batán, dos molinos hilanderos, tres fraguas y tres galpones con prensa. En algunas regiones de Alemania, la molienda se transformó en monopolio cisterciense. Durante el siglo XIII, Reinfeld y Doberan compraron todos los molinos disponibles en la vecindad, tanto de agua como de viento. En otros países, si no podían controlar directamente la molienda, trataban de conseguir los mismos resultados indirectamente, mediante sus extensos derechos hidráulicos, regulando por medio de diques el caudal de sus ríos.

En 1230, Poblet intentó monopolizar la industria molinera a lo largo del alto Francolí. En 1243, después de abonar 500 sueldos, los monjes eliminaron al último rival que quedaba, el vizconde de Bas. Por esta razón, toda una cadena de aldeas quedó a merced de los cistercienses, que a su vez fueron con frecuencia blancos de violentas venganzas. Las multas y hasta la excomunión aplicada a los «malcontents» no tuvieron éxito para sofocar los disturbios. La abadía retuvo sus derechos, pero a costa de pleitos y pérdida de popularidad al igual que en otros países, tal como nos enseña la historia.

Aunque la economía cisterciense tuvo un carácter básicamente agrario, su dirección estaba orientada hacia fines prácticos y su flexibilidad para explotar al máximo las posibilidades locales era admirable. Los monasterios de la Orden que fueron pioneros en la explotación de minas, constituyen prueba de ello. Cuando las circunstancias lo permitían se explotaban canteras de piedra para proveer de material de construcción; la explotación en gran escala de carbón, hierro, metales preciosos, y especialmente sal estaba bien desarrollada en Inglaterra, Escocia, Gales, Alemania, Bohemia y Austria. Uno de los primeros establecimientos cistercienses de Escocia, la abadía de Newbattle (fundada en 1140), abrió una de las primeras minas de carbón de la región. Al principio, limitaban su trabajo al carbón de la superficie, pero luego siguieron las vetas en toda la extensión que permitía el nivel. En el mismo país, Cubress (fundada en 1217) explotaba extensas minas de carbón en combinación con un comercio de explotación bien desarrollado. En el puerto vecino, unos ciento setenta barcos estaban encargados de transportar al exterior el producto del monasterio. Ambas abadías exportaban también sal.

A poco de su fundación, Fountains reabrió las antiguas minas de plomo de la vecindad, realizó trabajos de fundición, y tenía derechos absolutos sobre todos los minerales del distrito. Furness y Flaxley, en este país, fueron los más grandes productores cistercienses de hierro en bruto. En el siglo XIII, Flaxley tenía trabajando catorce hornos; sus ingresos por este capítulo sobrepasaban a las provenientes de la agricultura. Otras abadías inglesas dedicadas a la explotación o fundición de hierro eran Rieval, Kirkstall, Jervaulx, Ryland, Stwley, Louth Park y Stanley.

A poco de su fundación, muchas abadías cistercienses galesas recibieron privilegios de minerías. Neath, Margam y Llanternam fueron las primeras en producir carbón; Margam, Basingwerk, Strata Florida y Strata Marcella explotaban plomo; se encontró hierro en propiedades de Margam, Tintern y Grace-Dieu. Algunas de estas abadías realizaban también trabajos de fundición y herrería.

El Conde de Champagne donó «herrerías para fundir hierro» a La Crête, Claraval, Igny y Trois-Fountaines, a poco de ser fundadas. Esto indica la creciente demanda de dichos productos, a la vez que el interés de los cistercienses por proveer de ellos.

En los siglos XIII y XIV, la minería se convirtió en una gran industria en varias abadías cistercienses de Sajonia y Bohemia. Walkenried explotaba minas de cobre en el Harz desde fines del siglo XII. Esta misma tarea se convirtió también en especialidad de su «hija» Sittichenbach, establecida en la misma zona minera. Grünhain, fundada por monjes de Sittechenbach en el Erz, cerca del límite con Bohemia, continuó la misma tradición de explotar hierro y carbón. En una de las minas de Grünhain, llamada Die Kutte (La Cogula), los hermanos cistercienses descubrieron por primera vez yacimientos de plata. Una fundación posterior de Grünhain, Ossegg, en Bohemia, se convirtió en otra comunidad minera. Todavía otra «hija» de Walkenried, Sedletz (cerca de Praga), poseía una mina de plata en Kuttenberg. La abadía de Altzelle, al norte de Freiberg, en Sajonia, empleó a sus hermanos legos en la explotación de minas de plata durante el siglo XIV.

En 1147, los monjes de Rein fueron los primeros cistercienses en explotar salinas en Aussec (Austria), que a su vez fue la primera salina importante de Styria. La región norte de Alemania, con sus extensos depósitos salinos, fue un desafío para todas las casas cistercienses allí instaladas. Durante el siglo XII, la explotación de la sal en Magdeburgo y Marlow fue realizada en gran parte por los monasterios vecinos; más aún, la industria de la sal en los alrededores de Lüneburg se convirtió en una empresa estrictamente cisterciense, de gran envergadura. Desde mediados del siglo XIII, Doberan y Reinfeld fueron las más interesadas en la minería, pero a medida que la misma se extendía, más y más casas se unieron a la empresa y, entre 1375 y 1383, no menos de trece abadías terminaron por participar en una industria aparentemente lucrativa.

La casa polaca de Wachock, en la diócesis de Cracovia, gozaba de amplios derechos mineros. En 1249, la abadía recibía un noveno de la sal y un quinto de los otros minerales extraídos de sus posesiones. En Inglaterra, Holmcultram, Calder, Quarr, Furness, Byland, Newminster, Jervaulx y Louth Park trabajaron produciendo sal. En 1177, Claraval tenía una participación en la salina de Lons-le-Saulnier y, en 1194, derechos similares en Marsal. También recibía sal en concepto de rentas; en 1202 el conde Guillerdo de Pinthieu donó a los monjes 200 muids (toneles) de sal anuales. También Poblet, recibía donaciones de sal de parte de la Casa de Cardona.

 

Bibliografía

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L.J. Lekai, Los Cistercienses Ideales y realidad, Abadia de Poblet Tarragona , 1987.

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